El cuento "El traje nuevo del emperador", también conocido como "El rey desnudo", es una fábula escrita por Hans Christian Andersen que narra la historia de un vanidoso emperador que, obsesionado con la moda y su apariencia, es engañado por dos estafadores que se hacen pasar por sastres. Estos farsantes le prometieron confeccionar el traje más magnífico del mundo, que poseería la peculiar característica de ser invisible para cualquier persona que fuera incompetente o inadecuada para su cargo.

Embriagado por su propio ego y temor al ridículo, el emperador y todos sus súbditos fingen ver y admirar el traje, evitando admitir su incapacidad para verlo. La ilusión se mantiene hasta que un niño, inocente y honesto, exclama en voz alta que el emperador está desnudo, revelando así la verdad ante todos.

Lo que vemos hoy es un escenario desolador, una especie de teatro del absurdo donde el presidente de nuestro país también marcha desnudo, alentado, claro está, por una corte de serviles quienes temen más el retiro de sus credenciales temporales que defender la verdad y ayudar al buen gobierno.

Desde el inicio de su mandato, el presidente Chaves prometió transformaciones significativas, un cambio radical hacia una eficiencia gubernamental sin precedentes. Incluso prometió que volveríamos a ser “el país más feliz del mundo.”

Sin embargo, lo que hemos observado es una gestión que no solo ha fallado en alcanzar sus propias metas infladas, sino que ha retrocedido en aspectos fundamentales para nuestro desarrollo.

El narcisismo y la autocomplacencia parecen haber cegado a un presidente que se pasea por los corredores del poder sin percatarse de que su gobierno, literalmente, ha perdido todo vestigio de seriedad y credibilidad.

Hablemos claro y sin eufemismos: estamos presenciando una administración plagada de ministros incapaces, donde la improvisación parece ser la norma y no la excepción. La educación, piedra angular de cualquier sociedad que aspire al progreso, se desmorona ante nosotros. La ministra de Educación, tras dos años en su cargo, sigue sin presentar una "ruta de la educación" clara. ¿Cómo es posible que aún estemos esperando por un plan que debería haber sido una prioridad desde el día uno?

El Ministerio de Cultura, por su parte, ha quedado reducido a una anécdota tragicómica. La gestión se ha destacado más por un video reciente, que es prácticamente la única aparición de la ministra en dos años, y que parece más un pésimo experimento artístico que una política cultural seria. Este gobierno ha reducido el ministerio a la producción de contenido que, lejos de enriquecer nuestro tejido social, parece una parodia de sí mismo y que simboliza la falta de seriedad con la que se manejan los asuntos culturales, un sector que merece respeto y dedicación.

A esto se suman los fallos en servicios elementales. ¿Cómo puede ser que en pleno siglo XXI tengamos apagones eléctricos por la falta de una planificación seria (tienen dos años en el poder, no 2 meses) y una incapacidad alarmante para garantizar agua potable a nuestros ciudadanos? Estas no son solo fallas operativas; son síntomas de una enfermedad mucho más grave: la incompetencia y la falta de planificación del gobierno de Rodrigo Chaves.

Además, no podemos pasar por alto el fracaso estruendoso de las políticas de seguridad bajo la administración de Chaves, especialmente en lo que respecta al combate contra la inseguridad y el narcotráfico. Las promesas de reforzar la seguridad se han quedado en eso, promesas, mientras que las comunidades, particularmente en nuestras zonas costeras, sufren las consecuencias de una violencia desenfrenada y un narcotráfico que parece expandirse sin barreras.

Poblados que una vez fueron refugios pacíficos y destinos turísticos codiciados, ahora enfrentan una realidad diaria marcada por el miedo y la desesperanza. El impacto en estas comunidades no es solo una cuestión de criminalidad; afecta profundamente el tejido social y económico, desplazando a familias, cerrando negocios y destruyendo el potencial turístico que tanto beneficio podría brindar a la economía local.

Mientras tanto, el presidente parece vivir en un universo paralelo, uno en el que todo marcha de acuerdo con un plan desconocido para el resto de nosotros. Es irónico, pero también profundamente trágico, que el líder de nuestra nación sea el último en darse cuenta de que va desnudo, despojado del respeto y la confianza del país.

Este gobierno, encabezado por el presidente Chaves, parece estar desconectado de la realidad. Su incapacidad para reconocer y abordar estos problemas esenciales muestra no solo una desconexión con las necesidades del nuestro país, sino una alarmante falta de autocrítica. Es como si el presidente estuviera mirando a través de un espejo que refleja una realidad distorsionada, donde él sigue vestido de autoridad y respeto, mientras que, en verdad, marcha desnudo ante los ojos críticos de su pueblo y del mundo, porque sí, el mundo también nos mira, y a la fecha, somos un ridículo.

Es hora de despertar, señor presidente. El país que usted juró servir se desmorona ante la ausencia de liderazgo real, su estilo gerencial es, lo sabemos bien todos (excepto en su gobierno, claro está), de lo más ineficiente.

Este no es momento para la vanidad ni para discursos triunfalistas que solo buscan alimentar un ego desbocado. Es momento de rectificar el rumbo, de admitir los errores y trabajar, realmente trabajar, por el bien de todos los costarricenses.

Al final del día, la tarea de proteger nuestra democracia no recae únicamente en quienes la lideran; es una responsabilidad compartida por todos nosotros. Que este sea el momento de despertar, de enfrentar la realidad con valentía y de exigir el gobierno que realmente merecemos y necesitamos.

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