Las hostilidades aún no terminan, pero según el último —único, en realidad— comunicado de la misión permanente ante las Naciones Unidades de la República Islámica de Irán, ya no atacará más a Israel siempre y cuando se limiten a no responder el ataque, como si el esfuerzo militar iraní no hubiera significado un riesgo para los cientos de miles de civiles que iban a recibir el ataque de cientos de drones y decenas de misiles balísticos con grandes capacidades destructivas.

La noticia del fin de semana fue que, pese a lo delicada de la situación, y la fragilidad que representa ser el único Estado judío del mundo que ve amenazada con cada guerra su existencia, es que el gran perdedor fue Irán. Aunque Al Jazeera y los medios iranies digan lo contrario, Teherán quedó avergonzado y en evidencia ante sus aliados en el Medio Oriente, no hubo ni una sola muestra de apoyo de Moscú o Pekín; los ataques de sus proxys en Yemen y el Líbano hacia Israel fueron fácilmente neutralizados por la coalición formada por Estados Unidos y Reino Unido (en menor medida Francia) y además, como si la humillación fuera poca, Israel recibió apoyo de Jordania y Arabia Saudita. Y si a eso le sumamos la neutralidad de las demás naciones árabes que se limitaron a cerrar su espacio aéreo, queda en evidencia la profundidad de la crisis que desató el ataque lanzado. Las consecuencias de esto las contaremos más adelante.

Otro elemento no menor a tomar en cuenta es que la tecnología usada —de momento— demostró ser obsoleta e incapaz de lograr los objetivos que tanto anuncian los ayatolas cada vez que amenazan con la destrucción de Israel.  Irán quedó solo, y cualquier desequilibrio  interno puede acabar con Jomeini apedreado en una plaza de Teherán. El ataque que estuvieron anunciando desde 1979 no provocó ni el daño ni los efectos disuasorios esperados, ya que las defensas israelíes no fueron vulneradas; tanto los drones como los misiles de crucero fueron neutralizados por las capas defensivas judías en estrecha colaboración con sus aliados. Todo el esfuerzo militar y credibilidad regional iraní acaba de irse por la borda y eso los Ayatolas lo saben.

Otro elemento no menor es el apoyo incondicional que los aliados israelíes mostraron en momentos de crisis, principalmente el de Estados Unidos que no dudó ni un segundo en enviar refuerzos pese a los desencuentros, que no son pocos, entre el Presidente Biden con su homologo el Primer Ministro Netanyahu en lo tocante a la incursión próxima en Rafah en el marco de la guerra con Hamas. Ojalá que Bibi tenga esto más que claro y deje de coquetear con el ostracismo en su batalla dialéctica con su principal aliado.

Ahora queda esperar el contraataque israelí, que  desde  la guerra de Yom Kippur,  no recibía un ataque de un Estado soberano sobre su territorio, ergo, la respuesta será, como lo afirmó Daniel Hagari, implacable. Israel no puede darse el lujo de perder su poder disuasivo en una región donde la reputación lo es todo, y para descontento de los pro-iraníes, hoy más que nunca es el mejor momento de arrasar con toda la ingeniería nuclear que están intentado desarrollar.

Las próximas horas serán cruciales, la respuesta de Jerusalén a Teherán marcará un antes y un después en la región. Esto si Estados Unidos lo permite.

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