Desde el inicio de las hostilidades entre Israel y el grupo terrorista Hamas en octubre del año pasado, se han contemplado posibilidades en las cuales el conflicto amplíe sus escenarios de confrontación. De hecho, a los días de la respuesta israelí por los ataques del 7 de octubre, la agrupación chiita libanesa, Hezbollah, ha estado haciendo lanzamientos constantes de cohetes y aviones no tripulados artillados contra posiciones israelíes en el norte de Israel.

Mientras tanto, desde el territorio de Yemen las guerrillas hutíes han atacado regiones al Sur de Israel, cerca del Mar Rojo, ampliando las áreas de hostilidad por parte de las denominadas “fuerzas de la resistencia” que son los grupos que se enfrentan a Israel en el Medio Oriente.

Todas estas organizaciones de guerra irregular tienen un gestor común, el patrocinio y apoyo de la República Islámica de Irán desde la llegada al poder del régimen teocrático en 1979. El régimen dirigido desde Teherán en sus ambiciones por controlar las zonas del Levante y ejecutar su proyecto nacionalista islámico, ha estado facilitando armamento y brindando el soporte para ejecutar acciones en el marco de los conflictos asimétricos regionales, funcionando además como estrategia de control e influencia sobre los territorios donde gestiona sus guerras desde las sombras.

La estrategia de Irán al parecer es el principio de “divide y vencerás”, lo aplica con el sectarismo de Yemen, Líbano e Irak, así como aprovechar los vínculos históricos con Siria y el fraccionamiento político palestino para poder ubicar fichas importantes en sus intervenciones dentro de las políticas de cada uno de estos territorios. Es una política que lleva implementada desde hace varios años, no solo contra Israel sino contra todos sus enemigos en la región, principalmente en el Golfo.

Es importante señalar que la política exterior de Irán con respecto a la zona ha sido la de exportar la revolución islámica a todas partes e imponer su visión político – religiosa al punto de lograr salidas estratégicas hacia el Mediterráneo y las zonas del Mar de Arabia, así como accesos a estrechos y pasos comerciales de importancia, a través del apoyo a estos proxis.

Exclamaba en su momento el fallecido gran líder de la revolución iraní, Ruhollah Jomeini “Queremos exportar esta revolución a todos los países islámicos y a todos los pueblos oprimidos del mundo. Los desheredados deben exigir de sus opresores el reconocimiento de sus derechos”, así no solo justificaba sus acciones desde una perspectiva política, sino que lo veían como un proceso de redención incluso espiritual.

No en vano también señalaba Jomeini que los nacionalismos seculares son la base de las desgracias del mundo musulmán en general y que esto le resta posibilidades de unión a los pueblos, por lo que su actitud frente a esto era resaltar la imagen islámica por encima de los llamados a establecer identidades territoriales nacionales y de ahí ser espónsores de movimientos con los cuales comparten dogmas sectarios promotores de una universalización del pensamiento nacional – islámico.

Las actitudes hostiles de estas organizaciones se han convertido en la herramienta más efectiva de la guerra iraní contra su principal enemigo en el Medio Oriente. Incluso los discursos ideológicos van en este mismo enfoque, no por nada el gobierno iraní ha colocado en la plaza Palestina de Teherán un reloj con una cuenta regresiva con la leyenda “Tiempo para la destrucción de Israel”, quizás no lo hagan de una manera directa debido a la cantidad de limitaciones que poseen, pero desde una perspectiva dogmática es un fin que buscan e incluso exponiendo la vida de civiles en el proceso.

El ex embajador de Irán en el Líbano, Mohamed Fatah Ali decía en el año 2016 "la sangre de los mártires liberará toda Palestina desde el mar hasta el rio Jordán", manera con la que justificaban en aquel momento el pago de apoyo a las familias de los mártires de siete mil dólares en la Intifada por Jerusalén, así como treinta mil dólares por cada casa palestina que fuera destruida por Israel después de un atentado terrorista.

Esta es una doctrina que podría incluso ser señalada de una especie de “necropolítica transnacional” donde se mezclan las acciones de grupos irregulares que buscan generar temor entre las poblaciones civiles y la política de un Estado donde no solo deciden sobre la vida de sus propios ciudadanos, sino incluso sobre la vida de ciudadanos ajenos, romantizando sus acciones para justificar la violencia, fomentando el círculo de la violencia interminable que permea las circunstancias regionales y en el caso de la causa palestina condena a las poblaciones a ser prisioneros de una teología política que tiene su propia agenda de intereses enfocados en condicionamientos geopolíticos y religiosos de dominio y control.

Así pues, sigue siendo imperativo señalar al gobierno iraní como el autor intelectual de escaladas mayores en conflictos existentes en la región, les son indiferentes las causas nacionales realmente y están empeñados a lograr sus objetivos a como de lugar, aun en contra de su propia población que en diferentes protestas sociales han dicho frases contra el intervencionismo en asuntos externos como en las marchas del año 2018 que se repiten cada vez que hay crisis en el país.

Al final los ciudadanos exigen que el gobierno mire hacia adentro, pero el régimen insiste en seguir patrocinando situaciones hacia afuera, a pesar de lo afectada que está su propia situación, pero es porque finalmente están convencidos que su causa es finalmente una labor cuasi divina y ante esto hay pocas ideas racionales que tengan posibilidades de implantarse sobre un esquema de esta naturaleza.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.